Medio Ambiente Nacionales

Momento cero para nuestros ríos

Written by Debate Plural

Hamlet Hermann (Hoy, 4-9-11)

Mucho se escribe todavía sobre los daños causados por las tormentas Irene y Emily que afectaron todo el territorio dominicano en el mes de agosto de 2011. Y es justo que así sea para que, a partir del daño provocado, se puedan determinar las causas de nuestras debilidades y deficiencias.

Sin embargo, las tormentas no fueron absolutamente malas. También nos dejaron bondades que pudiéramos aprovechar si somos capaces de identificarlas. Nos han dejado una herencia que las autoridades a cargo del medio ambiente y los recursos naturales debían evaluar y aprovechar para beneficio de la nación dominicana.

Sobre todos los efectos, hay que tomar en cuenta que las enormes inundaciones se produjeron una tras otra con pausa limitada a varios días. Esto hizo que las escorrentías trazaran los límites reales de los cauces de cada río como advertencia de que sus espacios no deben ser violados por nadie, so pena de ser arrastrado de nuevo. Bien haría el Ministerio de Medio Ambiente y Recursos Naturales si marcara con bornes sólidos y duraderos los límites de esos cauces reales. Aunque sea como referencia formal. Así podría establecerse objetivamente cuando se violan los límites de peligrosidad para las viviendas suicidas y sus ocupantes. No obstante conocer la escasa autoridad de los actuales gobernantes, debe hacerse un esfuerzo sobrehumano y delimitar los niveles de riesgo para humanos y para las inversiones materiales dentro de esa zona.

Además de reclamar su cauce real, la torrentera de agua turbulenta a altas velocidades purgaron los ríos de todo tipo de contaminación de desechos sólidos y sedimentos depositados en su lecho. Estos fueron arrastrados hasta los puntos más bajos del recorrido fluvial, así como hasta los meandros encontrados en el recorrido de las turbulentas aguas. En la misma medida fueron desplazados millones de metros cúbicos de arenas y piedras que no pudieron soportar en su lugar de origen la furia de las tormentas. Allá en la desembocadura de los mayores ríos en el mar, está ahora acumulada la mayor cantidad de agregados naturales inertes, arenas y gravas, que pudo haberse reunido desde el huracán David y la tormenta Federico de 1979. Allí esperan pacientemente para ser aprovechados los agregados más limpios y conformados que pudieran ser utilizados en el sector de la construcción, sin que haya que saquear los ríos con prácticas gambusinas y de explotación indiscriminada.

Si asumimos el río Haina, 15 kilómetros al Oeste de la capital dominicana, como ejemplo de lo que ha ocurrido, tendremos que llegar a la conclusión de que es el momento para un dragado que lleve a recuperar cerca de un millón de metros cúbicos de la mejor arena que pudiéramos encontrar para ser utilizada en las construcciones. Esta acción, que no debe ser pospuesta bajo excusa alguna, no sólo encauzaría el río sino que eliminaría varias fuentes de contaminación que parecían imposibles de erradicar. Las tormentas han trasladado por nosotros el problema aguas abajo. Allí habrá que resolverlo.

Ante esta situación podemos considerar que estamos en el momento cero, previo al impostergable proceso de preservación y acondicionamiento de los cauces de cada río del territorio nacional. Podríamos entonces corregir los males que tienden a conducirlos hacia su ancianidad, más bien a su senectud. Es imperioso aprovechar este momento cero, es decir, el estado actual en que se encuentran los ríos dominicanos. Irene y Emily les dieron un purgante y un reacondicionamiento a los cauces. Están ahora como la Naturaleza exige que deban estar, a lo largo y a lo ancho. Este es el momento cero en que el Ministerio de Medio Ambiente y Recursos Naturales debía ser estricto y apegado a las leyes para regular la extracción de agregados y para impedir que los desahuciados de la economía, pobres de solemnidad,  pasen a vivir dentro del cauce que las inundaciones han establecido. La naturaleza ha dicho basta y echado andar y todo aquel que se entrometa dentro de esos límites tendrá que pagar las consecuencias.

Anticipémonos a los desastres con la ley en las manos, evitaríamos una forma de genocidio potencial que concede el no cumplimiento de las leyes por parte de los Ayuntamientos y los organismos del gobierno central.

 

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