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Crónica de arte y periodismo cultural (I)

Written by Debate Plural

José Rafael Lantigua, ex ministro de cultura República Dominicana (D. Libre 8-7-17) 

RESULTA IMPOSIBLE PODER EXPLICAR la importancia del periodismo sin comprender el nivel de influencia que tienen las entidades que conforman el tejido social en la práctica de la información pública, y a su vez las líneas experimentales, de ejercicio profesional, en sus múltiples vertientes, que son las que van creando la identidad individual en el conglomerado de la sociedad.

El periodismo es, fundamentalmente, un ejercicio de la palabra. Como la narración de historias ficcionadas. Como el oficio poético. Como la crónica historiográfica. Como la elaboración de cualquiera de las formas del decir literario. Y como ejercicio de la palabra, el periodismo está unido, indisolublemente, a una realidad personal y a múltiples realidades sociales. El oficio periodístico se construye en base a una observación de la realidad y a una interpretación personal, que puede ser tan objetiva como la realidad demande, o tan subjetiva como la visión del cronista la relate.

Es por tanto, difícil, aunque de ninguna manera imposible, deslindar la visión del cronista de la realidad que observa o enuncia, de la realidad objetiva que se abre ante sus ojos. Es una sola realidad la que observa, pero en su unidad de experiencia, en su ejercicio práctico de esa realidad, el cronista puede informar al colectivo desde su óptica social o desde su propia línea de intereses.

Estamos hablando, desde luego, de un ejercicio de la palabra en la comunicación pública, desde espacios libres, sin ataduras previamente concebidas o rigurosamente marcadas. Nunca he entendido cómo puede hablarse de periodismo profesional o cómo puedan enseñar periodismo en las aulas universitarias de regímenes totalitarios, donde no existe ninguna posibilidad de disensión y por tanto, la carencia de objetividad es usual. Se escribe bajo reglas estrictas y hay que mirar siempre hacia destinos prefijados. En el ámbito democrático, no importa las limitaciones y diferencias de cada sociedad en este ordenamiento, el periodista cumple su rol social de información veraz, matizada necesariamente por la condición subjetiva que le impone la sociedad en que se forma y la realidad en que vive. Esa es una constante que no puede ser obviada en la explicación del rol social del periodismo.

Eduardo Galeano cuenta en su libro Espejos, los alcances de la denominada información objetiva. Nos dice el escritor uruguayo: “En los países democráticos, el deber de objetividad guía los medios masivos de comunicación. La objetividad consiste en difundir los puntos de vista de cada una de las partes implicadas en situaciones de conflicto. En los años de la guerra de Vietnam, los medios masivos de comunicación de los Estados Unidos dieron a conocer a la opinión pública la posición de su gobierno y también la posición del enemigo. George Bayley, curioso de estos asuntos, midió el tiempo dedicado a una y otra parte en las cadenas televisivas ABC, CBS y NBC entre 1965 y 1970: el punto de vista de la nación invasora ocupó el 97% del espacio y el punto de vista de la nación invadida ocupó el 3%. Noventa y siete a tres. Para los invadidos, el deber de sufrir la guerra; para los invasores, el derecho de contarla. La información hace la realidad, y no al revés”.

Entonces, la responsabilidad social de la prensa y el ejercicio de la palabra que es, sin dudas, el oficio periodístico, se une necesariamente a la visión propia del periodista sobre la realidad y es, desde esa perspectiva, que debe establecerse la misión del periodismo en los tiempos actuales, la objetividad de la información y su subordinación invariable a la realidad social en la que se forma y actúa el comunicador.

No vamos a definir ahora los roles periodísticos en función de los medios donde actúan: si prensa escrita, si radio o si televisión. Sólo buscamos plantearnos la eficacia social del periodismo desde cualquiera de sus vertientes y especificar, sin ambages, que aunque la esencia del periodismo, al decir de Edwin Newman, famoso corresponsal y comentarista de la NBC, sea la selección y la corrección, la noticia es lo que cada periodista dice que es.

Newman lo dice desde su unidad de experiencia porque en su historia personal figura el haber participado en la transmisión radiofónica de los atentados contra el presidente Kennedy, contra Robert Kennedy, Martin Luther King, George Wallace y el presidente Ronald Reagan. Newman relata que le llovieron críticas en el caso del atentado contra Reagan por la información que ofrecía que muchos consideraron que eran relatos inexactos, pero él señala que tenía el deber de seguir emitiendo a pesar de las informaciones relativamente escasas que poseía y al hecho de que no podía, ni debía, atarse exclusivamente a la versión oficial. Newman tenía que continuar en el aire. Alguien había disparado contra el presidente de Estados Unidos, él estaba en el lugar de los hechos y en tales circunstancias no podía dejar de emitir. En un momento informó que el Presidente había salido ileso. La noticia resultó falsa. ¿Quién le proporcionó la información? La Casa Blanca. Newman estaba obligado a crear su propia visión de la realidad y no someterse de forma estricta a las informaciones oficiales.

Y deseo anotar estas otras observaciones de Newman, precisamente al enfocar la responsabilidad social del periodista. La información es un negocio, un negocio competitivo. Ese negocio competitivo va a depender en gran medida de lo que cada periodista haga o deje de hacer. Y aquí entramos en una disyuntiva que merece atención. El afán de llevarse las palmas en una información, frente a la competencia, puede generar severos y muy lamentables errores. “La competición –dice el periodista norteamericano aludido- origina algunos atropellos”. El periodista actúa precipitadamente y anuncia situaciones que luego tendrá necesariamente que desmentir, comprometiendo a su medio propio o al medio para el cual labora. Eso es, en otras palabras, lo que suele llamarse sensacionalismo. Y tengo un ejemplo. En 1979, hace treinta y ocho años, se originó en Estados Unidos una alarma nuclear. El New York Post titulaba el primer día: “La nube nuclear se extiende”. El segundo día: “La fuga nuclear escapa a todo control”. El tercer día: “Carrera contra el desastre nuclear”. El cuarto día: “La perspectiva es buena”. Newman anota: “Estos titulares eran un flagrante ejemplo de periodismo barato, del de meter miedo”. Y ese tipo de periodismo la gente fácilmente lo detecta y lo detesta. Por lo menos, eso creo.

Hay otro ejemplo que deseo relatar. En el periodismo mundial hay muestras múltiples de este tipo, incluso en tiempos no lejanos ocurrió en The New York Times. Son las noticias creadas, las noticias falsas. A veces, parcialmente falsas. El ejemplo más famoso es el fiasco del Premio Pulitzer concedido a Janet Cooke del Washington Post por el reportaje sobre el niño de ocho años adicto a la heroína, que luego se reveló que en gran parte era un reportaje inventado y se le retiró el premio a Cooke. El factor determinante fue la competencia entre reporteros que buscan afanosamente la primera página. Una desviación del periodismo objetivo que siempre acarrea dificultades de credibilidad al medio y de desinformación deliberada al lector o al oyente y televidente.

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Libros
Fuga o muerte
Fuga o muerte

Huchi Lora (Editorial Argumentos. 1993. 204 págs. Más testimonio gráfico)

El veterano periodista escribió un formidable reportaje novelado sobre el asalto a una sucursal bancaria de la avenida Independencia ocurrida en marzo de 1993. Una forma diferente de hacer buen periodismo, más allá de las trincheras profesionales del diarismo o de la televisión. Esta obra será llevada al cine, según se ha anunciado.

El entierro de Cortijo
El entierro de Cortijo

Edgardo Rodríguez Juliá (Ediciones Huracán, 1983. 96 págs.)

Uno de los más importantes escritores boricuas escribió esta inigualable crónica sobre el último de los grandes pleneros, Rafael Cortijo, uno de los dos capitanes de la mandinga junto al gran Maelo. Una prosa penetrada de memoria donde el rito se combina con la sorpresa y el respeto con el espíritu jacarandoso.

Una noche con Iris Chacón
Una noche con Iris Chacón

Edgardo Rodríguez Juliá (Editorial Antillana, 1986. 149 págs.)

Este admirado escritor y periodista puertorriqueño muestra tres ejemplos de sus grandes crónicas, literatura de la mejor casta. Una, sobre la visita papal; otra, sobre el caso del Cerro Maravilla; y, la tercera, sobre el show de Iris Chacón. Tres áreas peligrosas en cualquier cultura: los tabúes sobre sexo, política y religión.

El factor humano
El factor humano

John Carlin (Círculo de lectores, 2008. 331 págs.)

Uno de los periodistas más leídos de nuestros días. Este escritor y columnista británico se adentró en la vida de Nelson Mandela y produjo este libro aclamado mundialmente y llevado exitosamente al cine. El rugby que llevó, desde los estadios, a todos los sudafricanos a empezar a sentirse por primera vez ciudadanos del mismo país.

La realidad de los dominicanos en Puerto Rico y otros temas periodísticos
La realidad de los dominicanos en Puerto Rico y otros temas periodísticos

Senabri Silvestre et al. (Editorial Funglode, 2013. 91 págs.)

Seis periodistas de las nuevas generaciones, ganadores del Premio Funglode de Periodismo Rafael Herrera, colocan su ojo crítico sobre aspectos de la vida dominicana dentro y fuera del país: las penurias de los que emigran a Puerto Rico y a España, el fomento de las letras en un barrio de San Cristóbal, los adolescentes en conflicto con la ley, y la forma de vida de los que residen alrededor del río Ozama.

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