Cultura Nacionales

Poesía de Abril

Written by Debate Plural

Jose del Castillo (D. Libre, 30-5-15)

Abril no sólo fue la batalla del Puente Duarte, el asalto a la Fortaleza Ozama, los duros combates en los barrios de la zona norte bajo la Operación Limpieza ejecutada por el CEFA, la fallida reconquista del Palacio Nacional en la que cayeran Fernández Domínguez, Juan Miguel Román, e Ilio Capozzi, la fiera lucha de los comandos durante los días 15 y 16 de junio que costara el sacrificio de mis camaradas André Riviere y Jacques Viau. Tampoco fue sólo la tenaz actuación de un cuerpo de locutores como Luis Acosta Tejeda, Lora Quezada, López Brache, Núñez Fernández, Báez Asunción, Luis Armando Asunción, reforzados por los queridísimos Fernando Casado, Iván García, Juan José Ayuso, Miguel Alfonseca, Martha Jane, conducidos por Franklin Domínguez y con intervenciones orientadoras de Peña Gómez, que mantuvo en alto la moral a través de las ondas hertzianas. Ni hablar de ese magnífico himno fraguado por Aníbal de Peña que galvanizaba el ánimo situándolo en perspectiva histórica, con auxilio vocal de los Solmeños.

También la poesía, la narrativa, el teatro, la plástica plasmada en creaciones murales, telas y cartelones alusivos a la lucha que se libraba, desplegados en bocacalles y en manifestaciones multitudinarias, así como en exposiciones colectivas -Oviedo, Norberto Santana, Ramírez Conde, Silvano Lora, José Cestero, Asdrúbal Domínguez, Toribio, Elsa Núñez, Bidó, Ada Balcácer, entre otros-, jugaron un rol movilizador y articulador de voluntades, uniendo a varias generaciones en el Frente Cultural, bajo la capitanía militante enfebrecida de Silvano Lora.

Por eso debe resaltarse, que en esos días del 65, no fue en nada tardo el poeta Abelardo -como lo parodiara Manuel Rueda en su obra Con el tambor de las islas. Más bien fue oportuno como ninguno, en eso de dibujar metáforas eficaces que levantaran el espíritu combativo de los constitucionalistas. Su Canto a Santo Domingo Vertical vertebró las imágenes necesarias para artillar la resistencia de un puñado de valientes ante un invasor mega superior en poderío bélico. Y lo construyó -este poeta con máuser militante del Partido Socialista Popular- desde el hondón de un amor entrañable a la ciudad del Ozama, la urbe vetusta varias veces centenaria cuyas cuadras más antiguas se hallaban cercadas. Con lenguaje persuasivo, de reconvención casi amistosa («Yanqui, vuelve a tu casa/ que Santo Domingo tiene más ganas de morirse/ que de verse a tus plantas»), este poeta combatiente sintetizó el sentido patriótico de la gesta. Y todavía tuvo tiempo para anidar, en medio de la refriega, el enlace germinal con la amada, en franca gestación de polen.

Hice amistad con Abelardo Vicioso (1930-2004), un virtuoso ciudadano no dado a la fanfarria, poeta de la generación del 48, abogado, ex militar (llegó a teniente en el Ejército Nacional), diplomático fugaz bajo Trujillo, exiliado, profesor y ejecutivo universitario (fue decano de la Facultad de Humanidades de la UASD y en esa calidad, siendo yo Director de Investigaciones Científicas de la academia, viajamos a Cuba en 1976 correspondiendo invitación de la Universidad de la Habana, junto a una delegación encabezada por el rector Hugo Tolentino). Cuando salí hacia a Chile en 1966, donde permanecí unos cinco años, en la mochila de imperdibles dominicanos viajó el poema de Papo, como cariñosamente le llamaban sus amigos. Sus versos me martillaban la memoria y fluían briosos en el descanso de parques forestales y en las caletas de pescadores situadas en el Pacífico lejano. Estimulado por su cadencia risueña.

La última vez que nos vimos, como otras veces, le recité al poeta su creación abrileña memorizada al coincidir en las escalinatas del Palacio Nacional, donde laboró en el despacho del presidente Leonel Fernández durante su primer mandato (1996-2000). Y no pudo contener las lágrimas, tocado por el ángel de la nostalgia. Fechado en junio del 65, Canto a Santo Domingo Vertical fue recogido en opúsculo publicado durante la contienda bélica por el Frente Cultural, bajo el título Pueblo, Sangre y Canto, al igual que su Canto de amor a la ciudad herida («La ciudad no se asoma ya más a las vidrieras/ ni habla sobre beisbol en las cafeterías./ La ciudad está herida por los cuatro costados.»).

«Ciudad que ha sido armada para ganar la gloria,/ Santo Domingo, digna fortaleza del alba./ Hoy moran en mi alma todas las alegrías/ al presenciar tus calles conmovidas y claras,/ el rostro erguido y bronca la voz de tu trinchera:/ ¡Yanqui, vuelve a tu casa!/ Sé que para engullirte como sardina rondan/ treinta y seis tiburones en tu ardiente ensenada,/ celosos de los hombres que construyen la vida/ y nunca se arrodillan en sus grandes batallas,/ y tú estarás de pie, diciendo al enemigo:/ ¡Yanqui, vuelve a tu casa!/ El cinturón de fuego que tu vientre comprime/ puede volver cenizas la vastedad del mapa./ Pero quiero decirte, guardiana de mis sueños,/ que todos sus infiernos y sus hombres se apagan/ en el océano inmenso de los pueblos que gritan:/ ¡Yanqui, vuelve a tu casa!/

Quiero que sepas hoy que te amo más que nunca,/ corazón de la vida que prefiere la Patria./ Que a todos los amores sembrados en el mundo/quito una flor y es poco para cantar tu hazaña./

¡Yanqui, vuelve a tu casa!/ Tú estarás para siempre dibujada en mi pecho/de marinero en ruta tras la estrella del alba./ Tu voz será la música de mis noches de fiesta./ Y cuando en algún sitio la luna esté apagada,/ desplegando mis velas repetiré contigo:/ ¡Yanqui, vuelve a tu casa!/ ¡Vuelve a tu casa yanqui! Santo Domingo tiene/ más ganas de morirse que de verse a tus plantas./ Y si violas sus calles combatientes y puras/ la tendrás en cenizas, pero nunca entregada./ En medio del silencio de la ciudad hundida/ gritarán los escombros:/ ¡Yanqui, vuelve a tu casa!»

El grande poeta que fuera Pedro Mir Valentín (1913-2000) -dirigente a la sazón del Partido Socialista Popular que figuraba en la selecta lista norteamericana de «comunistas peligrosos», entonces un tanto quebrantado en su salud y a quien encontré en andanzas junto a Rubén Silié en una cafetería en la San Martín cerca de Radio Santo Domingo Televisión, transfigurado en su apariencia- produjo un poema de ocasión, Ni un paso atrás. Remedo en su título del famoso No pasarán antifascista enarbolado por la Pasionaria en la defensa de Madrid durante la guerra civil española.

«Árbol de luna que obedece al clima/ en un sistema de nocturnidad,/ no permitas que el murciélago te oprima./ Ni un paso atrás./ No permitas que el largo regimiento/ de los años de crimen pertinaz,/ te toque el hombro con el pensamiento./ Ni un paso atrás./ Que la alta flor que de tus ramas brota/ en este chapuzón de libertad,/ no pierda en miel ni la más breve gota./ Ni un paso atrás./ Ni un paso atrás, soldados y civiles/ hermanados de pronto en la verdad./ La vida es una sobre los fusiles,/ que no hay trincheras para los reptiles,/ de malos nuestros a extranjeros viles./ Ni un paso atrás./ La libertad como un antiguo espejo/ roto en la luz, se multiplica más,/ y cada vez que un trozo da un reflejo/ el tiempo nuevo le repite al viejo:/ Ni un paso atrás./ Ni un paso atrás, ni un paso atrás,/ ni un paso de retorno al ayer, ni la mitad/ de un paso en el sentido del ocaso,/ ni un paso atrás./ Que en la lucha del pueblo se confirme,/ -sangre y sudor- la nacionalidad./ Y pecho al plomo y la conciencia en firme./ Y en cada corazón… ni un paso atrás.»

René del Risco Bermúdez (1936-72), una de las voces más potentes de su generación que dominaba el verso, la narrativa y la creatividad publicitaria, compuso entre otros, en el fragor de abril, su Oda gris por el soldado invasor. «Venido de la noche,/ quizás de lo más negro de la noche,/ un hombre con pupilas de piedra calcinada/ anda por las orillas de la noche…/ De oscuro plomo el pie y hasta los besos/ viene del vientre lóbrego de un águila/ que parirá gusanos y esqueletos/ para llenar su mar, su territorio…/ Y aquí está saltando por las sombras,/ por detrás de alambradas y del miedo,/ recorriendo caminos enlodados/ con palabras de sangre para todos…/ Este hombre venido por el luto/ con pólvora y martirio para todos…/ No es uno solamente para el llanto,/ son miles para el fuego y las tinieblas,/ son miles repartiendo los sollozos,/ marchando a la ceniza y los lamentos…» Y así sigue.

La muerte a los 23 años del poeta y combatiente haitiano Jacques Viau -a quien conocí en el Liceo Juan Pablo Duarte, hijo de mi profesor de francés Alfred Viau, y compañero del grupo Arte y Liberación-, herido en las piernas en el comando B-3 durante los ataques de los norteamericanos del 15 de junio, dio lugar a un sentido funeral binacional en el viejo cementerio de la avenida Independencia con la presencia de los líderes militares del movimiento constitucionalista, compatriotas suyos y camaradas de ideales. Miguel Alfonseca (1942-95) produjo la crónica Funeral del Poeta Combatiente y un Responso para Jacques Viau. Mientras Pedro Caro (1947-2012) hizo lo propio con el poema Habrá una isla un día y Diógenes Céspedes (1941) otro tanto con Homenaje fúnebre para Jacques Viau. Juan José Ayuso (1940) trazó las líneas de su Canto a Jacques y a los otros, cuyos primeros versos rezan:

«Pasa Jacques Viau montado en una estrella/ junto a los helicópteros por el cielo invadido./ Cruza Jacques Viau montado en una estrella/ el cielo de su Patria hacia el Oriente/ llegando de su Patria en Occidente./ Junto a Jacques van también los otros conocidos,/ los otros ignorados./ Junto a Jacques un tropel de jinetes/ sobre estrellas criollas,/ sobre estrellas haitianas,/ y españolas,/ sobre estrellas francesas/e italianas./ Un tropel de jinetes/ entre los helicópteros por el cielo invadido./ (Abajo están las tumbas/ y las ruinas./ Abajo está el silencio convirtiéndose en grito)».

La poesía tuvo otros logros meritorios con Hemos llegado a un punto, de Máximo Avilés Blonda (1931-88), y Tercera Oda a Walt Whitman, de Ramón Francisco (1929-2004). Versos disparados al calor de aquella gesta que esparció su pólvora por los aires.

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