Cultura Nacionales

Mujeres en la historia de las ideas políticas y revoluciones

Written by Debate Plural

Lucy Arraya (D. Libre, 12-8-17)

LAS MUJERES DE UNA forma u otra han jugado un rol importante en los distintos procesos revolucionarios que ha registrado la historia de la humanidad; ya sea por el logro de la independencia, emancipación o por una transformación económica, social y política que le haya tocado vivir. Específicamente, en los siglos XIX y XX, ambos definidos por los historiadores como los siglos de las grandes mareas revolucionarias y convulsiones sociales, las mujeres tuvieron una participación tan decisiva y activa que marcaron de forma integral el desarrollo de las actuales sociedades.

Hace exactamente 100 años, la Revolución Rusa que dio inicio a la creación del Estado Soviético, establecido como Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), hoy desaparecido y que encuentra a una Rusia dividida, inmersa en crisis política, económica y social, en la que conviven sus ciudadanos/as hoy día, y que produjo la expansión mundial de ideas políticas diferentes, fue posible gracias a las movilizaciones de las mujeres. En este centenario hay que recordar el papel fundamental de las heroínas que la hicieron realidad, como dijo Vladimir Ilyich Ulyanov (Lenin) es esa ocasión: “sin ellas no se habría ganado”. Fueron claves entre varias anónimas de este hecho histórico: Alexandra Kollontái, Nadiezhda Krupskaya, Inessa Armand, Klavdia Nikolayeva y Larisa Reisner, entre otras que se entregaron a la causa por la libertad y los derechos de la mujer.

En América Latina, ante las desigualdades y los regímenes dictatoriales que caracterizaron las décadas del 40 al 70, (valga citar a Gustavo Rojas Pinilla, en Colombia; Marcos Pérez Jiménez, en Venezuela; Fulgencio Batista, en Cuba; Anastacio Zomosa, en Nicaragua; Alfredo Stroessner, en Paraguay; y Rafael Leónidas Trujillo, en República Dominicana) se vieron favorecidas las ideas de orientación marxista que dieron origen a los movimientos de izquierda con diferente connotaciones, en algunos casos como en Cuba, triunfó la izquierda revolucionaria en 1959, provocando un cambio significativo en la geopolítica caribeña. En dicha revolución se destacaron en forma estelar: Celia Sánchez Manduley; Vilma Espín Guillois; Melba Hernández; y Haydée Santamaría Cuadrado, entre otras guerrilleras.

Esas corrientes ideológicas, algo común en el pensamiento político de la época, a veces distorsionadas y divididas, sirvieron para mantener una posición de contención contra las dictaduras y las vulnerabilidades existentes, que siempre encontraron en las mujeres un apoyo innegable de lucha y resistencia. Las hubo en Nicaragua, Guatemala, México y en todo espacio donde su familia y su patria corrieron riesgos, recordando la activista Rigoberta Menchú, de Guatemala, Premio Nobel 1992. Eran tiempos sombríos, pues prevalecía en el sistema internacional una política homogénea cimentada en ideologías, que definieron posturas: comunismo y capitalismo, que llevaron a los Estados Unidos de América y la URSS a mantener un antagonismo por muchos años en sus políticas exteriores, hasta la caída del Muro de Berlín en 1989, que produjo, en cierta medida, el término de la Guerra Fría.

Cuando estas ideas llegaron a la República Dominicana, en los inicios de la Segunda Guerra Mundial y a la caída del fascismo en Europa, en pleno período de la dictadura de Trujillo, iniciada en 1930 hasta su ajusticiamiento en 1961, las mujeres dominicanas, poseedoras de las ideas de libertad y participación igualitaria, que había sembrado Eugenio María de Hostos y su fiel seguidora Salomé Ureña de Henríquez con una visión diferente de la política, y ante el legado de otras mujeres como Ercilia Pepín y Abigail Mejía, quienes conocían muy bien los movimientos feministas que se gestaban a nivel internacional (que no fueron los mismos movimientos de ideología izquierdistas como se ha pretendido siempre mezclar e identificar, una cosa fue la lucha izquierdista y otra la lucha feminista), dieron un impulso para concretizar iniciativas en las que juntas podían batallar.

Fueron estas ideas e iniciativas, las que aprovechó Trujillo como estrategia para mostrar su cara solidaria hacia las mujeres, le concedió primero el derecho al voto en 1942, promulgó legislaciones que le dieron personalidad jurídica, con lo que aseguró su presencia en el poder. Asimismo, les permitió organizarse en grupos, asociaciones e inclusive en partidos políticos de oposición, con lo que demostró su perfil “democrático” ante el pueblo y el mundo. Bajo esa sombrilla de apertura se creó la Acción Feminista Dominicana (AFD), que tenía ciertas influencias de las mujeres que llegaron en el grupo de exiliados republicanos de España entre 1939 y 1940, como consecuencia de la Guerra Civil Española, con quienes arribaron al país diversas corrientes de pensamiento, de organizaciones políticas y sindicales, que dejaron huellas en los nacientes movimientos de izquierda surgidos en el período, como menciona Roberto Cassá en 1990.

Integraron la AFD: Abigail Mejía; Gladys de los Santos; Delia Weber; Petronila Gómez; Minerva Bernardino; Dra. L. Martínez de Gómez; Ercilia Pepín; y Ana T. Paradas, entre otras damas que se identificaron con esos objetivos en beneficio de la mujer dominicana.

A pesar del apoyo que las mujeres tuvieron del tirano, como dijo el poeta nacional Pedro Mir, “él no pudo resistir el vuelo de ciertas mariposas”. La participación política y activa de las hermanas Minerva, Patria y María Teresa Mirabal Reyes, fue el talón de Aquiles de su totalitarismo. Al año de la llamada “apertura”, Trujillo inició sus operaciones de persecución política contra sus opositores, así todos los partidos que se habían formado en la clandestinidad y en el exilio como el Partido Democrático Revolucionario Dominicano, más tarde convertido en Partido Socialista Popular en Cuba y posteriormente en Partido Comunista; el Movimiento de Liberación Dominicana (MLD) y el Partido Revolucionario Dominicano (PRD) también creados en La Habana, cuyos miembros habían regresado en nombre de dicha libertad, los grupos que denunciaban al régimen y promovían la democracia que se había creado al mismo tiempo, entre los que estuvo la Juventud Democrática surgida de la Juventud Revolucionaria en el seno de la Universidad de Santo Domingo, que no era autónoma para ese momento, fueron perseguidos, apresados, torturados y en muchos casos asesinados.

Ante la opresión que vivía el pueblo dominicano, las mujeres no permanecieron impávidas y en escenarios internacionales comenzaron a denunciar y a condenar las atrocidades cometidas por Trujillo. Carmen Natalia Martínez (1917-1976) escribía desde Puerto Rico, en La Habana, Cuba, la Sección Femenina de la Unión Patriótica Dominicana recorrió las calles de esa ciudad, todas vestidas de negro, representando el luto de los asesinatos, llevando letreros en los que se pedía la expulsión de Trujillo a través de la Organización de Estados Americanos (OEA), y la cooperación de las mujeres latinoamericanas. Otras destacadas mujeres que no pudieron salir del país buscaron desde sus ambientes sumarse a las protestas como fueron: Josefina Padilla, Asela Morel, Tomasina Cabral y Dulce Tejada. En el caso de Tomasina Cabral, que fue hecha prisionera junto a Minerva Mirabal por su vertical conducta revolucionaria, y según expresó en un testimonio publicado en la revista Clío, órgano de la Academia Dominicana de la Historia en 2009, que, aunque no fue asesinada como le tocó tristemente a Minerva, fue humillada y torturada desnuda por militares en la cárcel “La 40”.

Las violaciones de los derechos humanos continuaron y ante el clamor se organizaron grupos de exiliados en Cuba, Puerto Rico, México, Venezuela, Argentina y Estados Unidos, sin embargo, estas agrupaciones no tenían fines comunistas, sino de unir fuerzas para derrocar al dictador. Explica Emilio Cordero Michel (2009), que el MLD fue un frente político pluralista que aglutinó hombres y mujeres con diferentes ideologías, creencias y clases sociales, caracterizados con un objetivo común: liberar al pueblo dominicano de la tiranía. Los que integraron ese movimiento fueron los expedicionarios, que se prepararon en Cuba y en el que participaron cuatro mujeres combatientes entrenadas en iguales condiciones que los hombres. Estas fueron: Dominicana Perozo, de Santiago; Dulce Díaz, de Santiago; Betty Rodríguez, de Bonao, y Linda Ortiz, de Santo Domingo. La expedición antitrujillista llegó a tierra dominicana el 14 y el 20 de junio y un total de 198 combatientes desembarcaron por Constanza, Maimón y Estero Hondo. Lamentablemente, de los 198, murieron 192, que fueron ejecutados y torturados por la tiranía; solo quedaron 6 sobrevivientes.

Después del ajusticiamiento de Trujillo, se comenzaron a deslindar los campos ideológicos y aparecieron la Unión Cívica y el Movimiento Revolucionario 14 de Junio, cuyo nombre recomendó Minerva Mirabal en honor a los expedicionarios. Muchas mujeres pudieron integrarse activamente en los asuntos políticos y algunas como Teresa Espaillat, participaron activa y abiertamente en el 14 de Junio, en el que se integraron esposas, viudas y madres de presos, desaparecidos y fusilados por el régimen. Otras como Josefina Padilla, que venía militando en el Partido Revolucionario Social Cristiano, que no era el partido de ahora, en las elecciones de 1962, en las que ganó Juan Bosch, llegó a ser candidata a la Vicepresidencia.

En la insurrección constitucionalista de 1963, que comenzó el 28 de septiembre a causa del golpe de Estado al presidente Juan Bosch, que pedía el retorno a la Constitucionalidad, la mujer dominicana jugó un rol estelar en ese proceso, y como explica la propia Teresa Espaillat: fueron las mujeres quienes hicieron lo que se llamó la resistencia urbana, haciendo lo que se comprometieron hacer. A partir del 24 de abril de 1965, ya en plena guerra civil, las mujeres se ubicaron en diferentes espacios y comandos, no como un cuerpo femenino de asistencia, sino participando en la guerra y en las múltiples tareas que se presentaban, como: trasladar armas, hacer guardia en los comandos, crear redes de alimentación y medicina, viajar al interior, entre otras necesarias para reivindicar los derechos y prerrogativas del Estado Dominicano, que se habían perdido con la intervención de las tropas estadounidenses.

Después de las negociaciones a través de la OEA, y la salida de los miembros de las Fuerzas Interamericanas de Paz (FIP), creado por ese organismo con propósitos que siguen siendo cuestionables en nuestra historia de hoy día, las mujeres siguieron integradas en sus respectivos partidos, ya fuera de izquierda o progresista; de derecha o conservador. Lo cierto es que cuando una mujer ve amenazados sus intereses familiares y/o nacionales, no escatima esfuerzos en luchar por lo que ella considera sus derechos, valores y sueños. Lastimosamente, ni capitalismo, ni socialismo, ni derecha, ni izquierda han favorecido los derechos de la mujer, al contrario, han utilizado la imagen de la mujer para coyunturas políticas machistas.

Al final me pregunto: ¿qué pasó en los países hermanos de Cuba, Venezuela, Nicaragua, Bolivia, Ecuador, México con las oportunidades a las mujeres?; ¿qué pasó en los Estados Unidos y por qué no han podido tener a una mujer como presidente? y ¿qué decir de Rusia? Las respuestas seguirán pendientes y estaremos siempre en el centro del debate político, en medio de un conflicto, revolución y/o guerra, rompiendo esquemas sociales desde distintos roles en defensa de los principios y valores de paz, justicia y amor que representan los niños/as, mujeres y hombres que conforman el universo de nuestra propia existencia terrenal.

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