Cultura Nacionales

Polvo de ídolos

Written by Debate Plural

(Hoy, 12-11-07)

Uno se  se levanta, lee  los diarios, mira internet o televisión  y se baña en cinismo todos los días. No hay tregua. El canciller dominicano tiene herida su susceptibilidad porque los relatores de Derechos Humanos vienen a hacer un trabajo que esta suscrito internacionalmente por el país, dice que no, que no hay racismo  ni discriminación contra los haitianos, que hay que ir a la Louisiana para saber lo que es racismo. Como si el sistema económico del capitalismo, desde la esclavitud del siglo XVI hasta nuestros días no fuera ese gran reproductor de lucha de clases  sociales disimulado en luchas raciales,  escondido  en los matices del mulato, mestizo, prieto, indio claro que en definitiva es un eufemismo para decir que detrás del color lo que hay es  explotación, miseria, inequidad y desesperanza.

Total uno no tiene que ir a New Orleans para saber lo que es Katrina y ser negro en la Norteamérica de  George W. Bush.

Sin meterse en honduras del tráfico de indocumentados, haitianos ilegales, el problema de las partidas de nacimiento para familias con ancestro haitiano y el largo detalle de esos hechos que  sí confirman que hay un talante racista en el país,  esa discriminación que el canciller niega, sin ir mas lejos  se traduce en esa  inequivoca señal de racismo que es la prohibición de  la enseñanza de creole en las escuelas o la instalación de una emisora de radio en creole.

Porqué puede haber una radio que emite programas en lengua  holandesa, alemana, norteamericana y francesa y de creole, no.

René Ménil escribió en su libro “Legítima defensa” en 1932, uno de los más esclarecedores estudios  en el mundo, de los problemas  de la descolonización sociocultural de los pueblos de América y Africa, de la conquista de  los valores liberadores que marcan un momento de la  lucha política de los colonizados contra la opresion colonial, de la aceptación sin complejos  de nuestra pertenencia racial y del papel primordial del conservadurismo y   la reacción de las élites de cada país.

El observa que: “  Una cultura no se construye sobre una mentira y la recitación de  frases aprendidas en los libros escritos, además por otro pueblo y que,   a veces  son un insulto para el hombre que las recita. La cultura antillana pasa por esa toma de conciencia y el sentimiento racial es en ella un elemento necesario. Ella pasa por una depuración en la conciencia antillana de los errores, las mentiras y de las tradiciones ligados a la vida colonial”

Cuando Edwin Paraisson explica los fundamentos y la necesidad de la difusión del creole  es coherente y está reafirmando eso que dijo Aime Cesaire  en la década de los cuarenta en su famoso “Discurso sobre el colonialismo”: “Lautremont, Rimbaud eran la gran revelación para muchos de los poetas de mi generación. Debo decir, también que yo no reniego de Claudel. Yo no reniego de las influencias francesas. Quiéralo o no, yo soy un poeta de expresión francesa y es evidente que la literatura francesa me ha influido. Pero, si hay algo  en que insisto mucho es en que, ha habido en mí,   al mismo tiempo a partir de los elementos que me han sido aportados por  la literatura francesa, un esfuerzo por crear una lengua nueva, capaz de expresar la herencia africana. (…) Yo estaba presto a acoger el surrealismo porque éste era un instrumento que  dinamitaba el francés. El lo transtornaba todo”.

En toda América la cimarronería  se ejerce con igual eficacia  en la cultura y en la vida cotidiana. “El idioma de los amos no pudo ser cimarroneado”  dice Rene Depestre aunque se descubren influencias de las lenguas africanas en el español y el portugués de las Américas. La s lenguas criollas de Haití, de Guadalupe, Martinica, el papiamento de Curazao y de Aruba, los “pidggin” antillanos y guyaneses son las únicas que han cimarroneado los idiomas europeos. Y lo han hecho como un movimiento de legítima defensa,  para  precisamente defender las construcciones del espíritu dentro de la religión, la magia, las artes plásticas, la danza y la música,  y ese cimarroneo de la lengua no es más que la facultad de resistencia a la opresión.

Se dice que la poesía, va siempre delante de las sociedades y es por eso precisamente que en América y  en  el mundo antillano la poesía de Aime Cesaire, René Depestre Edouard Glissant,  Jacques Roumain es la  primera  en cantar la realidad de la etnia negra  en el mundo colonial francés.  Ellos han sido sin discusión los que han puesto la primera piedra y el cimiento para levantar la personalidad antillana.

Dos soportes poéticos de la personalidad antillana son Jacques Stephen Alexis y Jacques Roumain. Por eso es tan importante esto que dice Stephen Alexis  de Jacques Roumain y de lo que éste ha aportado, a través de su literatura y poesía a la descolonización de Haití: “La grandeza de Jacques Roumain se ilustra, justamente con más fuerza mediante la actitud noble que él tenía ante los errores que –como todo hombre- era susceptible de cometer… Para todo  hombre imbuido de las leyes de la vida y de la historia, equivocarse de buena fe  es una cosa inevitable, en cualquier disciplina que sea. La acción implica fatalmente un porcentaje de cálculos falsos en función de los imponderables, hasta de las faltas que no son descubiertas inmediatamente.

El hombre de talento, el hombre de genio, el hombre verdadero es justamente  aquel que sabe darse cuenta a tiempo  de los errores de su trabajo y que, por lo demás, descubre en ellos las raíces secretas en lo real y en su  personalidad”

Xosé Lois García escribió en Rebelión la significación  que ha tenido en la obra  de Nicolás Guillén la obra  de Jacques Roumain. Dice: “Hace poco que leía: “El Reino de este Mundo”, de Alejo Carpentier y en sus extraordinarios y reveladores  relatos me di cuenta que el pueblo haitiano, en el fulgor de su lucha contra el colonizador francés, fue el precursor en hacer prevalecer sus derechos colectivos frente a cualquiera agresión. En esta dirección, me he dejado guiar por Carpentier que me ha llevado a una contundente  revelación de la capacidad y la dignidad con que Haití fue siempre sobresaliente entre los pueblos libres.

Si este texto de Carpentier nos ha servido de introducción sobre el Haití de las luchas y de la constatación de la independencia, Nicolás Guillén nos hace de interlocutor  y nos lleva a los albores de otra de las luchas que Haití ha proclamado en las décadas del 20 al 40 del siglo XX, teniendo como referencia de esas luchas al gran intelectual y escritor, Jacques Roumain (1907-1944). Por tanto, Nicolás Guillén trató de no ignorar al pueblo hermano de Haití dado que buena parte de la historia de Cuba, en la lucha por sus libertades, emergió en la geografía haitiana. Cabo Haitiano fue uno de los puntos claves en donde se fraguó la independencia de Cuba. En la obra del apóstol, José Martí, aparecen numerosas citas sobre Cabo Haitiano, como punto de cohesión con el fin de liberar a Cuba del colonialismo español. Martí, significó la siguiente apreciación sobre Haití: “La isla donde triunfa, en condiciones favorables de clima y larga permanencia, el ensayo dichoso de la vida libre, en el trabajo y el respeto mutuo que vienen de él, de los cubanos a quienes dividió la colonia artera y la esclavitud venenosa, y hoy junta en paz viril el heroísmo de la guerra y la hermandad del destierro”.

(…)Nicolas Guillén se quejaba de que los cubanos ignoraban bastante a esa tierra que fue punto de referencia y, también, de emergencia para los cubanos que lucharon por las libertades de su patria.

“La historia de Haití es, sin duda, de una grandeza impresionante –dice Guillén-: como que está hecha con la sangre de un pueblo acostumbrado desde su nacimiento a luchar y morir por sus derechos”. Y en la lucha por esos derechos arrebatados por los esbirros del capitalismo estaba el poeta Jacques Roumain.

El 25 de mayo de 1961, Nicolás Guillén publicó en “Hoy” un artículo donde relata como se conocen en París. Los dos iban al Congreso por la Defensa de la Cultura, celebrado en España en 1937, en plena guerra civil y a favor de la República y contra el fascismo.

(…) “Yo le vi a Roumain la última vez unos días antes de morir, a su paso por La Habana. (…) Almorzó en mi casa “algo que tuviera ñame”, como me pidió. Al partir puso en mis manos una copia mecanografiada de la novela y una libreta en que había muchas hojas manuscritas. ‘Son tus poemas’ me dijo”.

También habló de su condición de gran etnólogo al señalar: “Roumain fundó el Instituto de Etnología de Haití y como etnólogo aportó enormes proyectos a la consolidación de las Antillas en el contexto de la cultura afro-antillana”. En 1969, escribió un artículo titulado: “Don Fernando”, dedicado al gran etnólogo don Fernando Ortiz,  y no vaciló  en decir: “Ortiz careció de la vena artística que tuvo Price-Mars o que era previa en un Jacques Roumain, ambos haitianos”.

La voz de Guillén sonó en Cuba a favor de los negros cubanos y   la de Roumain en   Haití señaló nuevos horizontes de libertad,  con estos versos: “No tiembles el combate es nuevo,/ la oleada viva de tu sangre elabora sin yerro/ constante una estación; la noche hoy se ha ido al fondo de las charcas/ el formidable dorso inestable de un astro apenas dormido”.

Fuentes: Xosé Lois García: Rebelión- – El Haití de Jacques Roumain en la obra de Nicolás Guillén.

Depestre, Rene: Cuadernos Casa 29. Buenos Dias y adios la negritud. La habana Cuba 1985.

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